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"El errante" - Bryam Landa


El errante

 

 

Bryam Landa

 

 

 

Has visto mi llegada desde una cumbre sin mares,

una cumbre en donde se queman las escarchas

de miel y de algarrobo.

Viste mis maletas caer y rodar de un lado a otro

y luego levantarse sin mirar atrás,

solo hacia adelante.

 

Siete años ha desde que llegara en la barca de enero

y siete horas más son las que me restan en esta tumba

aún sin sombras ni torrencias

envolventes.

 

¿Volverías tu rostro hacia mi mano aún cálida

y volveríamos a caminar como aquella tarde de agosto

en que me conociste?

 

¿Quién eres tú, ensoñada ilusión funesta,

que apareces en este puerto silente

y tan alborotado hoy?

 

Camino otro poco, hasta llegar a un vergel.

Unos niños pasean mientras otros juegan en el mar.

Peces danzantes se apoltronan en las rocas,

en las gélidas piedras del mirador,

este mirador que ha albergado mis mañanas

asoladas por la antigua soledad; 

mirador que no sabe más que su propio oleaje,

que sube y baja, que va y viene, que ya no existe.

 

¿Podría esperar un poco más, quedarme otro tanto,

y disfrutar de este solaz invierno en tus puertos

sin puertas?

 

¿Quién eres tú, obnubilada obsesión, que convierte

las tardes de otoño en un frágil invierno?

¿Quién eres tú, que sales de ese mar y me obsequias

gemas escuálidas y pálidas en mis exequias?

 

No habrá doncel del mar ni hipocampo de oro

que naveguen otra vez en tus mareas,

ni tampoco una Oriana la sin par que encuentre a la

antiquísima Urganda, la desconocida.

 

Ahora, ni un solo albatros me llevará de vuelta

a esa tierra mía de sol abrasador,

porque tus brazos me han aprisionado

en esta fortaleza donde aún escucho los estallidos

de muerte sucederse cual cántico celestial.

 

¿Quién eres tú, que me diste la vida en tu balsa

y luego me llevaste a esa ribera

para encontrar mi propio río?

 

Ahora voy, lejos ya de esas maletas sin nombre,

lejos ya de la posesión del cuerpo que antes

vestí

y que ya no es más que un ave de mar

cantando su melodía de despedida.

 

Ahora, otra vez, ya no me ves llegar,

sino que, en tu cumbre inmensa, con el mar agitándose

en tus cabellos, me sumerjo en la pira funeraria

y mis cenizas se esparcen en tus espumosas manos.

 

Adiós, serena mar. 




Poema ganador en poesía joven del concurso La Pluma de Oro II, organizado por la Biblioteca Municipal del Callao, diciembre de 2017. 

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