Creación de Dios
Una
tormenta en marcha es la única expresión humana de la existencia de Dios. Si no
la única, al menos la más exacta. Y es expresión humana en cuanto se refiere a
las relaciones del hombre con la naturaleza. Podríamos decir expresión natural;
pero sabemos que la naturaleza como contorno solo existe con relación al hombre
considerado como sistema. Y la naturaleza como contorno del hombre es, al mismo
tiempo, su continuación, su prolongación, su reflejo. Es el hombre mismo.
*
Una
tormenta en marcha es la única expresión humana de la existencia de Dios. La
existencia de Dios se demuestra por un camino de terror, de fatalidad en su
sentido histórico; por un camino tortuoso y primitivo. El lenguaje del hombre
para dirigirse a Dios es un alarido desesperado y animal. Este alarido
angustioso es el primer nombre de Dios.
*
Ni la
física ni la metafísica —siguiendo en su enumeración el orden riguroso de los
antiguos— pueden explicar la actitud del hombre frente al paisaje sacudido por
una fuerza desconocida y sobrenatural. No es accidental ni antojadiza, por otra
parte, esta enumeración. La física y la metafísica son solo dos sentimientos, y
dos sentimientos sucesivos y ordenadamente afines. Hay una física del espíritu
que es el mundo abstracto de las imágenes y existe una metafísica del paisaje,
la elevada metafísica del hombre frente a la naturaleza. Sentimientos he dicho,
como pude decir sensaciones, ambas cosas disciplinan y ordenan el equilibrio
del universo.
*
El
hombre se mueve en un círculo de palabras que son solo una sucesión de
representaciones. La palabra es el cuerpo sonoro, de vibraciones infinitas, que
se mueve, se descompone, se disgrega y existe como una fuerza, como un cuerpo
que ocupa un lugar en el espacio. La palabra es la expresión física del
concepto inmortal, del ser abstracto, de la idea y su metafísica trascendental.
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Una tormenta
en marcha es como una anunciación. Dios existe en el peligro, en el dolor, en
el miedo, en el hambre, en la sed, en la tiniebla, en el naufragio, en la
tormenta. Dios existe en la tormenta. Dios es la tormenta. Pero la anunciación de
Dios es obra exclusiva del hombre presa del pánico. Dios sale en ese momento de
las manos heladas del hombre, de las manos temblorosas del hombre, de las manos
torpes y desesperadas del hombre. El hombre hace a Dios a su imagen y
semejanza. Y descubre el contenido metafísico del universo. Le da su cuerpo y
su voluntad; le da su sentimiento y su voz. El paisaje se recorta en las
tinieblas y en cada relámpago el hombre va iluminando su creación. Su inteligencia
se levanta desde el fondo de los siglos, desde lo más hondo de su noche
espiritual. La primera expresión del genio humano es la creación de Dios.
*
Hay
una fiesta salvaje en la montaña. Hay un temblor de brazos levantados. Hay una
multitud de manos que camina. Manos que se agitan, que se retuercen, que se
encrespan. Manos que se agarrotan. Manos que se mueven como banderas. Manos que
ondulan como si fueran de agua. Manos que florecen. Manos que despiertan. Manos
que gritan. Manos que cantan. Son las manos del hombre que acaba de crear a
Dios.
*
Hay
una fiesta salvaje en la montaña. Hay un rebaño de cabezas que se mueve, una
multitud de cabezas que camina. Cabezas que se yerguen. Cabezas que avanzan. Cabezas
que dan vueltas, como alucinadas. Cabezas decapitadas. Cabezas fuertes con
cuellos de toros. Cabezas que despiertan. Cabezas que ondulan como si fueran de
agua. Cabezas que cantan. Cabezas que son como una sola cabeza: la cabeza de la
multitud. La cabeza iluminada del hombre que acaba de crear a Dios.
*
Hay
una fiesta salvaje en la montaña. Hay una muchedumbre de cuerpos que se mueven.
Cuerpos desnudos de la multitud. Cuerpos brillantes, ágiles, elásticos. Cuerpos
con ritmo de danza. Cuerpos con nervios de música. Cuerpos tibios, iluminados,
amanecidos. Cuerpos cubiertos de niebla. Cuerpos mojados como frutas recién
despojadas de su corteza. Cuerpos agudos como flechas. Cuerpos sonoros como
tambores. Cuerpos que se curvan como ríos. Cuerpos que ondulan como si fueran
de agua. Cuerpos que cantan. Cuerpos que son como un solo cuerpo. El cuerpo
iluminado del hombre que acaba de crear a Dios.
*
El
hombre ha hecho a Dios a su imagen y semejanza. Le hadado su expresión, su
pureza, su fuerza. Le ha dado su júbilo, su terror, su consciencia. Un cuerpo
físico, con sus atributos, sujeto sus propias leyes; un cuerpo humano, sometido
a una voluntad inmortal.
*
Voluntad
inmortal. Voluntad de creación. Voluntad de continuación. La multitud de manos,
de cabezas, de cuerpos desnudos, avanza en la montaña. Y se mueve desesperada y
da alaridos de júbilo. La multitud es una tormenta en marcha. Una tormenta que
palpita angustiosa, con la angustia helada de haber penetrado la tiniebla
horrible de la desaparición total. La multitud avanza como una ola viva,
lentamente, como avanza la ola azul del amanecer. Luego aumenta, se revuelve,
ruge, se atropella, crece como una montaña, se sacude como un árbol que
cubriera toda la tierra. Nubes grises, violáceas, rojas, envuelven la montaña. La
tierra mojada se hace tierna, acogedora, humana. La multitud de cuerpos avanza.
Hay un rugido enorme que se extiende como los círculos que hace la piedra en el
agua. Los cuerpos se retuercen, palpitan brillantes, se enlazan, se confunden. Los
cuerpos se mueven con el ritmo feliz de la procreación, con el ritmo eterno y
fecundo de la vida. Y la multitud en marcha, el hombre, es como una
anunciación. La anunciación del Dios creado a su imagen y semejanza. (86-88).
En Poetas que cuentan. Muestra de relatos
peruanos (1913-2013) (2017),
selección por Carlos Morales Falcón.
(“Creación
de Dios”. Fragmento de Teoría para la
mitad de una novela. Prólogo de Salvador Reyes. Santiago de Chile:
Ediciones Ercilla, 1935, pp. 61-66).
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