El dios
ciego
Este
es un juego que Alan de Lille había previsto cuando formuló de una vez y para
siempre que Dios codificó la naturaleza como las letras de un libro. Que sea
una idea frecuentada hasta el desaliento, no la hace menos agobiante que las
pesadillas o la sed de un soldado condenado al desierto. Me espanta la tarea de
seguir huellas que nos hablan de maravillas. Basta mirar en derredor —la
lluvia, los muertos, el silencio— para saber que todas las huellas conducen a
un Dios ciego, que dicta al desgaire un libro de embustes. (73-74).
Iparraguirre,
A. (2018). El inventario de las naves.
Lima, Perú: Editorial Planeta.
Comentarios
Publicar un comentario