Muertos En la noche del 6 de julio, Diego y Maritza, luego de un incómodo encuentro erótico en el parque del Olivar, tropezaron, al pasar junto a unos arbustos, con un cadáver. Inicialmente pensaron que se trataba de otra pareja; la iluminación era escasa. Al notar Diego (“vamos, no te metas”, dijo Maritza) que solo era un cuerpo, dedujeron: un borracho dormido. Pero Diego, curioso, miró con mayor atención: le incomodó la inmovilidad de ese cuerpo masculino, totalmente (mal) vestido. Lo tocó. (“Oye, ¿qué haces?”, preguntó Maritza). “Vámonos”, dijo Diego, incorporándose rápidamente. “¿Está muerto?”, preguntó una alarmada Maritza. “Sí.” Diego y Maritza caminaron velozmente hacia la avenida Arequipa. No comentaron el hecho hasta que Diego la dejó a la puerta de su casa en Miraflores. “¿Saldrá en el periódico?”, preguntó Maritza. No salió. Doña Juana de la Encarnación Raygada salía de una breve oración el iglesia de San José, en Jesús María, a las siete y media d
Lugar de encuentros, búsquedas y hallazgos de las más diversas e intrincadas historias de la vida real, así como de la vida ficcional.