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"Los impostores" y "Clones" [Cuentos de X, Y, y Z (1997), de F. M.]

Los impostores

X odiaba estudiar. No entendía para qué aquella complicada manera de enredarse la vida: los nombres extranjeros aprendidos de memoria, los extraños símbolos que dolían en la cabeza como un martillo. Asimismo, X detestaba aquellas camisas horribles que le ponía su mamá cada mañana, con puntilla en los puños y en el cuello. También decir que X se llevaba fatal con su padre, pero fue este último el que eligió la carrera. A X le daba igual, no le apetecía ninguna. Es más, hoy en día X aborrece su trabajo, pero al dejar la universidad se metió en lo primero que le salió al paso, el desempleo era mucho y había que agarrarse a lo que fuera.
En este momento X está en la iglesia. Sobre su cabeza está crucificado un dios en el que no cree, y enfrente, un individuo vestido con extrañas ropas y alzacuello habla, según piensa X, de ideas ridículas que no hay quien se trague. Al lado de X está Y, a la que va a desposar.
Cuando el tipo del alzacuello pregunta si X desea tomar a Y por esposa, en su mente escuece una idea. Que toda su vida la ha vivido otro por él, que otro se ha apoderado de su cuerpo. Otro que lo ha convertido en marioneta, que ha movido los hilos hasta llevarle a esta iglesia, a contraer matrimonio en una ceremonia cómica, con una mujer a la que no está seguro de querer, y mucho menos en las condiciones del contrato que está dictando el cura, Biblia en mano.
 X grita desde dentro que no, que no quiere, pero su voz no suena. Mientras tanto, el otro, el impostor que se ha adueñado de su cuerpo dice “sí quiero”, y besa a la novia con una frialdad marmórea.
Del otro lado Y clama que no, que no quiere, impotente y muda. Una impostora está besando al impostor de X con un desdén equiparable. Los hijos que nazcan llevarán los nombres y los cuerpos de X e Y, pero los educarán sus impostores. (33-34).


Clones

Después de una complicada intervención, la científica Y ha conseguido, tras años y años de investigaciones, clonar un ser humano. A escondidas de los gobiernos y de los periódicos, mediante una difícil operación logística, consigue introducir a X, uno de los clones, como hijo único de una acomodada pareja burguesa, popular por su riqueza y su amor al arte, cuya mujer es estéril.
Por otro lado, el hermano clónico de X, al que Y denomina Z, es integrado en una familia obrera de recursos escasos, cuyos miembros trabajan de sol a sol para llevar comida a Z y a sus nuevos hermanos, que suman muchas bocas.
Desde muy pequeños, X y Z muestran una pasión desmesurada por las bicicletas. Este apasionamiento se convierte en obsesión, tanto el uno como el otro hablan de bicis el día entero, a cualquier sitio quieren ir en bicicleta, desatienden sus estudios y se fuman las clases para escalar montañas, queman cuantos kilómetros se les pongan bajo las ruedas.
Los padres adoptivos de X, preocupados por la ofuscación de su hijo, hacen que visite a varios psicólogos, a psiquiatras reconocidos, a gurús y a chamanes, a religiosos y a profetas. Desesperados, intentan atraerlo con nuevas motivaciones a la poesía, a la pintura, a la literatura. Es inútil, tras vanos intentos de esconder las múltiples bicicletas de su hijo, de no mencionar jamás un corredor o una carrera, de prohibir el Tour de Francia en la sobremesa de las tardes de verano, se ven obligados, al fin, a internar a X en un psiquiátrico en el que monta en bicicleta, feliz, por el resto de sus días.
En el sanatorio mental, X ve por la tele, embobado, a su ídolo Z, llegando de nuevo victorioso a la meta. (41-42)

Cuentos de X, Y, y Z (1997) F. M.

F. M. nació el 6 de enero de 1967 en Madrid; nevaba. 

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