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Hermann Hesse, el más joven de los grandes – S. Traballi

Las reediciones de numerosos títulos del escritor alemán entre ellos  El último verano de Klingsor  intentan mantener viva la llama de un ineludible del siglo XX.  Hesse. Como Salinger y Cortázar, sigue cautivando a generaciones de adolescentes. Autor de novelas, cuentos, poesías, meditaciones e incluso una ópera,  Hermann Hesse  fue uno de los escritores alemanes más leídos del siglo XX. A través del tiempo, su nombre se ha asociado a las lecturas de la adolescencia: si todo encasillamiento es reduccionista, no deja de ser cierto que su prosa renovadora de la  Bildungsroman  (novela de iniciación) logró interpelar, principalmente, a los lectores más jóvenes. Varias generaciones hallaron en sus relatos un eco de sus propias inquietudes existenciales y una reivindicación de la sensibilidad juvenil en oposición al mundo opresivo y conformista de los adultos. La recepción de su obra describe una trayectoria oscilante entre la gloria y el recha...

« Alors souris » - Navii

Une pluie de souvenirs Parsemée sur la route Laisse le passé s'enfuir Voir l'horizon coûte que coûte On brisera les silences On suivra nos idéaux Peu importe ce qu'ils pensent Le goût du risque dans la peau Alors souris pour ce qu'il nous reste à vivre Alors souris la richesse c'est d'être libre SI tu souris la vie te le rendra Alors souris même si c'est moins facile que ça On a traîné nos rêves C'était comme perdu d'avance Attendant que l'soleil se lève On ira chercher notre chance Aux quatre coins du monde Mettre des couleurs dans les rues Pour qu'elles paraissent moins sombres A tous ces enfants déçus Alors souris pour ce qu'il nous reste à vivre Alors souris la richesse c'est d'être libre SI tu souris la vie te le rendra Alors souris même si c'est moins facile que ça Puisqu'on est juste de passage Tous dans le même bateau Qui s'éloigne du rivage Emporté p...

«Ciudad inmensa y triste» - M. V. Llosa

Vine a Londres por primera vez en 1967, para enseñar en el Queen Mary’s College. Me tomaba una hora en el metro llegar a la universidad, desde Earl’s Court, y otra hora regresar, de modo que empleaba esas dos horas en preparar las clases y corregir los trabajos de los alumnos. Descubrí que me gustaba enseñar, que no lo hacía mal, y que aprendía mucho leyendo, por ejemplo, a Sarmiento, cuyo ensayo sobre el gaucho Quiroga pasó a ser desde entonces uno de mis libros de cabecera. El Londres de aquellos días era muy diferente de París, donde había vivido los siete años anteriores. Allá se hablaba de marxismo y de revolución, de defender a Cuba contra las amenazas del imperialismo, de acabar con la cultura burguesa y reemplazarla por otra, universal, en la que toda la sociedad se sintiera representada. En Gran Bretaña los jóvenes se desinteresaban de las ideas y de la política, la música pasaba a liderar la vida cultural, eran los años de los Beatles y los Rolling Stones, de la marihuan...

"El brujo decapitado" - Édgar Omar Avilés

Cuando el hacha del maestro verdugo cercenó la cabeza, en la plaza todo el pueblo aplaudió aliviado, libre, al fin, de la malevolencia del brujo, de su risa oxidada, de sus promesas de muerte. Pero al caer la cabeza, del cuello surgió otra diferente. Esta también fue cortada, mas otra brotó como capullo. Las cabezas decapitadas se apilaban, nacidas tras otra del insólito cuello del brujo. Aunque los brazos del verdugo estaban cada vez más cansados y los aplausos menguaban, repetía la operación concentrando el mismo coraje en cada tajada, hasta que un par de horas después todo empezó a dar vueltas al ritmo de la risa oxidada. En ese instante, el verdugo vio que en la plaza todo el pueblo yacía decapitado, mientras su cabeza rodaba junto con las demás. Avilés, E. O. (2011). Cabalgata en duermevela . México D. F.: Tierra Adentro. 

"El inventario de las naves" (fragmento) - Alexis Iparraguirre

El dios ciego Este es un juego que Alan de Lille había previsto cuando formuló de una vez y para siempre que Dios codificó la naturaleza como las letras de un libro. Que sea una idea frecuentada hasta el desaliento, no la hace menos agobiante que las pesadillas o la sed de un soldado condenado al desierto. Me espanta la tarea de seguir huellas que nos hablan de maravillas. Basta mirar en derredor —la lluvia, los muertos, el silencio— para saber que todas las huellas conducen a un Dios ciego, que dicta al desgaire un libro de embustes. (73-74). Iparraguirre, A. (2018).  El inventario de las naves . Lima, Perú: Editorial Planeta.

"Enero de 1999 - El verano del cohete" - Ray Bradbury

Enero de 1999 El verano del cohete Un minuto antes era invierno en Ohio; las puertas y las ventanas estaban cerradas, la escarcha empañaba los vidrios, los carámbanos bordeaban los techos, los niños esquiaban en las pendientes; las mujeres envueltas en abrigos de piel caminaban pesadamente por las calles heladas como grandes osos negros. Y de pronto, una larga ola de calor atravesó el pueblo; una marea de aire cálido, como si alguien hubiera dejado abierta la puerta de un horno. El calor latió entre las casas y los arbustos y los niños. Los carámbanos cayeron, se quebraron y se fundieron. Las puertas se abrieron de par en par; las ventanas se levantaron; los niños se quitaron las ropas de lana; las mujeres guardaron en los armarios los disfraces de oso; la nieve se derritió, descubriendo los prados verdes y antiguos del último verano. El verano del cohete. Las palabras corrieron de boca en boca por las casas abiertas y ventiladas. El verano del cohete. El caluroso aire de...