El errante Bryam Landa Cabrera Has visto mi llegada desde una cumbre sin mares, una cumbre en donde se queman las escarchas de miel y de algarrobo. Viste mis maletas caer y rodar de un lado a otro y luego levantarse sin mirar atrás, solo hacia adelante. Siete años ha desde que yo llegara en la barca de enero y siete horas más son las que me restan en esta tumba aún sin sombras ni friolencias ausentes. ¿Volverías tu sentido hacia mi mano aún cálida y volveríamos a caminar en la tarde de agosto en que me conociste? ¿Quién eres tú, ensoñada ilusión funesta, que apareces desde este puerto silente y tan alborotado hoy? Camino otro poco, hasta llegar a un vergel. Los niños pasean y otros juegan en el mar. Unos peces danzantes se apoltronan en las rocas y en las piedras gélidas del mirador, este mirador que ha albergado mis mañanas sin sol en la soledad antigua. Es un mirador que no sabe más que su propio oleaje que sube y baja, que va y viene, que ya no existe. ¿Podría esperar un poco má
La soledad del día Una pierna menos. Un brazo menos. Una herida más. Un cáncer más. Una pútrida mirada que carcome los huesos robados del hijo moribundo. Un escuálido saludo, que solo es una blasfemia altisonante. Una invención de lo extraño. Una prueba antidopaje y una prueba antimeretricio. Y una familia asesinada. Y un sinfín de dementes acorralados por siquiatras reprimidos. Y un sinfín de dementes acuchillados en un manicomio infectado. Bryam Landa (el peruano), Perú, Callao