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Mostrando las entradas de enero, 2018

"Parada en la línea del 107" - Enrique Anderson Imbert

Parada en la línea del 107 Durante la Edad Media la creencia en una historia lineal e irrepetible —la Creación, el Paraíso perdido, la Encarnación de Cristo, la Redención, el Juicio Final— se complementaba con la creencia en una historia cíclica de acontecimientos que retornaban periódicamente (Mircea Eliade, Le Mythe de  l'éternel retour , 1949). I Girando sobre sus respectivos ejes la luna gira alrededor de la Tierra, la Tierra gira alrededor del Sol y el Colectivo 107, con las ruedas girando sobre sus ejes, gira en Buenos Aires yendo y viniendo entre el Cementerio de Flores y la Ciudad Universitaria en una de las paradas intermedias el único viajero, que era el chófer, bajó del autobús y sin apagar ni el motor ni los focos lo dejó abandonado en ese barrio oscuro, a las horas desiertas de la madrugada. Barbudo, flaco, treintañal, miró a uno y otro lado, indeciso, y al fin se marchó lentamente, sin pensamiento y sin memoria. Anduvo y anduvo, doblando esquinas y esquin

Dunkirk (2017) - Christopher Nolan

Alberto Manguel sobre Frankenstein y su mitología subyacente

VIII. Los mitos de la creación: luz y polvo El mito de Frankenstein proyecta su espectacular sombra sobre las inmensas bibliotecas de la literatura y el cine occidentales, y junto con el doctor Moreau, de H. G. Wells, y el desafortunado científico de La mosca , el Hombre de Hojalata del reino de Oz y los humanos artificiales de Blade Runner , el hombre soñado en “Las ruinas circulares” de Borges y el mal llamado y pesadillesco Terminator, comparte el mismo ámbito mítico. En sus distintas transformaciones, Frankenstein se asemeja a un mito mucho más antiguo: Adán, el que anhela el conocimiento y que, como Prometeo, se atreve a realizar lo que Dios a prohibido. La siseante promesa que la serpiente hace a Eva (“Seréis como dioses”) tiene un doble sentido: promete la luz del conocimiento, el fuego divino del Olimpo; pero también el don supremo de insuflar la vida al polvo, de crear como solo el mismo Dios es capaz de crear. Dios, ante la peurte que preserva su poder, coloca a un ángel

"Dulces de convento" - Fernando Iwasaki

Las monjas tenían prohibido escalar los muros del convento, porque al otro lado estaban sus perros guardianes que eran fieros y bravos como una manada de lobos hambrientos. Pero el huerto del convento era tan bello y sus frutas tan apetitosas, que todos los años surgía un imprudente que escalaba las paredes y moría a dentelladas. Una tarde se nos cayó la pelota dentro del convento y Ernesto y yo la divisamos desde lo alto del muro, al pie de la morera majestuosa. Gritamos, llamamos a las monjitas, silbamos a los perros y lanzamos piedras a través de los negros ventanucos sin cristales. Pero nada. Entonces Ernesto decidió bajar por la morera y me prometió que no tardaría, que lanzaría el balón sobre la muralla y volvería a trepar corriendo. Yo le vi descender y patear la pelota, y también vi cómo salieron aullando desde una especie de claustro que más parecía una madriguera. Eran negros, crueles y veloces. Mientras corría a la casa para avisarle a papá, pude escuchar sus masticacio

Terry Eagleton sobre Macbeth y Lady Macbeth.

«El conflicto entre una creencia tradicional en la naturaleza humana y un rechazo “progresista” de ella estalla entre Macbeth y lady Macbeth justo antes de que decidan matar al rey: Macbeth: Me atrevo a hacer cuanto conviene a un hombre; el que se atreve a más, ya no lo es. Lady Macbeth: […] Cuando os atrevíais a cumplirla, erais hombre; y al ser más de lo que fuerais antes, aún seríais mucho más hombre. (Acto I, Escena VII) Es una disputa entre aquellos que, como Macbeth, entienden que las constricciones de la naturaleza humana son creativas y aquellos otros para quienes, como lady Macbeth, ser humano es una cuestión de ir constantemente más allá de ellas. Para el propio Macbeth, superar estas constricciones creativas es acabar con uno mismo, acabar por no ser nada en el acto de pretender serlo todo. Esto es lo que los antiguos griegos conocían como hybris . Para lady Macbeth no existe este tipo de naturaleza restrictiva: la humanidad es libre de inventarse

"El amor sobre el cadáver" (1) - Juan Gonzalo Rose

El amor sobre el cadáver 1 Hoy me siento mejor. Nuevamente mi cuerpo se traga tu recuerdo sin morirse, como si devorase su propio corazón… Otra vez tu juglar, afligido pariente de los pájaros, musita las palabras del amor, y ha podido nombrarte sin cortarse los labios, como quien recordara, entre prados sangrientos de infinita nostalgia, la calle de una antigua, hermosísima siempre, solitaria ciudad… (“Zona de amor”, en Hallazgos y extravíos , p. 305). Rose, Juan Gonzalo. (2007). Obra poética . Lima: Instituto Nacional de Cultura. 

"Creación de Dios" - César Miró

Creación de Dios Una tormenta en marcha es la única expresión humana de la existencia de Dios. Si no la única, al menos la más exacta. Y es expresión humana en cuanto se refiere a las relaciones del hombre con la naturaleza. Podríamos decir expresión natural; pero sabemos que la naturaleza como contorno solo existe con relación al hombre considerado como sistema. Y la naturaleza como contorno del hombre es, al mismo tiempo, su continuación, su prolongación, su reflejo. Es el hombre mismo. * Una tormenta en marcha es la única expresión humana de la existencia de Dios. La existencia de Dios se demuestra por un camino de terror, de fatalidad en su sentido histórico; por un camino tortuoso y primitivo. El lenguaje del hombre para dirigirse a Dios es un alarido desesperado y animal. Este alarido angustioso es el primer nombre de Dios. * Ni la física ni la metafísica —siguiendo en su enumeración el orden riguroso de los antiguos— pueden explicar la actitud del hombre fr